Inundaciones del 2025: ¿Cómo prevenirlas? Recomendaciones para cuidar el suelo en el caso de Cartago
Por José Alejandro Sánchez Rodríguez
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En octubre de 2025, Costa Rica registró 2 256 incidentes por inundación, el número más alto de los últimos cinco años (2021–2025), según la Comisión Nacional de Emergencias (CNE). Las provincias más afectadas fueron Puntarenas, Guanacaste y Cartago, donde los efectos de las lluvias intensas se combinaron con condiciones estructurales que agravan los desastres. En el caso de Cartago, las causas van más allá de los eventos meteorológicos: responden a una combinación de pérdida de cobertura forestal, sobreexplotación agrícola, erosión del suelo y ausencia de planificación territorial.

Fuente: Fotografía Iván Rivera. Segunda fotografía (de la derecha) Paméla Zuñiga
Así lo señaló la Ing.Agr. Paméla Zuñiga, trabajadora del Centro de Investigaciones Agronómicas (CIA) de la Universidad de Costa Rica y vecina de San Ignacio de Loyola, San Nicolás de Cartago.
De acuerdo con la Ing. Zuñiga, en la zona norte de Cartago predominan los suelos de origen volcánico, desarrollados a partir de cenizas y otros materiales piroclásticos. Estos suelos poseen propiedades físicas y químicas que los hacen aptos y productivos para la producción agrícola, especialmente de hortalizas como papa, cebolla, diferentes crucíferas (brócoli, coliflor) y zanahoria. Sin embargo, por algunas de sus características físicas son suelos frágiles y vulnerables a la erosión. Entre esas propiedades destaca su baja densidad aparente y alta porosidad y texturas moderadamente gruesas, condiciones que los hacen susceptibles a la compactación, a la pérdida de estructura y a la consecuente disminución de su capacidad de infiltración, cuando son sometidos a un manejo agrícola intensivo.

Fuente: Primera fotografía Rafael Mata. Segunda fotografía (de la derecha) Roberto Aragón
La topografía de la zona también incide directamente en la magnitud del problema. Las pendientes pronunciadas en sectores como Tierra Blanca, San Juan de Chicuá y en general las faldas del volcán Irazú favorecen la escorrentía superficial. Cuando el suelo se encuentra descubierto o con escasa cobertura por las prácticas agrícolas, como consecuencia de las precipitaciones convertidas en agua que escurre, esto erosiona el suelo y arrastra grandes volúmenes de sedimentos hacia los drenajes naturales. Este proceso de erosión causa que quebradas y ríos se saturen de material, reduciendo su capacidad de conducción y generando desbordamientos durante la estación lluviosa.
En las últimas décadas, la presión agrícola ha provocado la eliminación de gran parte de la cobertura boscosa en las zonas altas de Cartago. Los cultivos de ciclo corto, que requieren que el suelo permanezca desnudo en sus etapas iniciales, exponen de manera crítica la superficie a la erosión. Este fenómeno se traduce en pérdidas importantes de suelo fértil en las partes altas y en la acumulación de sedimentos en las partes bajas.
Los efectos se observan con mayor frecuencia en distritos como San Nicolás, La Lima, Coris y Quebradillas, donde las inundaciones se repiten cada época lluviosa. La Comisión Nacional de Emergencias (CNE) ha identificado estas zonas como altamente vulnerables. No obstante, hasta el momento no se han implementado políticas regulatorias efectivas que restrinjan el uso inadecuado del suelo agrícola ni que controlen el crecimiento urbano en áreas de riesgo.
La urbanización creciente en las riberas de las quebradas, ríos y otras áreas bajas de la provincia agrava las circunstancias. La construcción de proyectos habitacionales en terrenos que históricamente se inundan multiplica la posibilidad de desastres. La Ing. Zuñiga advirtió que no solo existe una ausencia de planificación para las zonas altas, donde se origina la mayor parte de la erosión, sino también para las zonas bajas, donde se permite el desarrollo habitacional en sitios ya identificados como vulnerables.
Otro factor que intensifica el deterioro del suelo en Cartago es el uso inadecuado de prácticas agrícolas en suelos de ladera. Aunque se recomienda sembrar una labranza y siembra siguiendo las curvas de nivel para reducir la escorrentía, muchos agricultores trazan sus cultivos a favor de la pendiente, favoreciendo la creación de canales que concentran el agua y aceleran la pérdida del suelo. La falta de obras de conservación y el limitado cumplimiento de medidas de manejo sostenible incrementan esta problemática.
Según la Ing. Zuñiga, el daño que enfrenta la zona norte de Cartago es severo y, en ciertos casos, puede ser irreversible. Algunos suelos han perdido sus horizontes superficiales y sus características originales, transformándose química y físicamente, al punto de que, ya no cumplen con las propiedades de los suelos derivados de cenizas volcánicas (Andisoles). Sin embargo, también existen áreas en las que aún es posible mitigar los impactos mediante acciones de recuperación y conservación.
Entre las medidas recomendadas destacan la reforestación de las partes altas, la protección estricta de nacientes y márgenes de ríos (estipulado por ley), la implementación de prácticas de conservación de suelos de ladera y la regulación del pastoreo en potreros que han sido sobreexplotados. Estas acciones requieren la coordinación entre el gobierno local, las autoridades nacionales, personas agricultoras, las comunidades e incluido también el sector académico, así como la definición de políticas claras que limiten el uso agrícola intensivo en zonas inadecuadas.
La Ing. Zuñiga insistió en que la solución al problema no se logrará únicamente con intervenciones en las partes bajas afectadas, como el dragado de ríos o la construcción de obras de mitigación. La atención debe enfocarse en la parte alta del territorio, donde se origina el proceso de la degradación y sobre todo la erosión de los suelos. De lo contrario, las inundaciones seguirán ocurriendo cada invierno, con consecuencias sociales, económicas y ambientales cada vez más graves.